miércoles, 27 de noviembre de 2013

Más allá del Gini: el Palma | Agenda Post 2015

Foto: storyvillegirl bajo licencia de Creative Commons
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Existe una medida de la desigualdad que acapara toda la atención: el Coeficiente de Gini[1]. Éste fue desarrollado a principios de 1900, hace de hecho aproximadamente 100 años, por el estadístico italiano Corrado Gini. Un siglo más tarde, nuestro artículo expone que puede que haya llegado la hora de repensar la medición de la desigualdad. ¿Por qué?
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El coeficiente de Gini refleja la diferencia entre la distribución cumulativa real del ingreso -o de cualquier otra cosa en una población- y una igualdad perfecta (el área amarilla del gráfico). Un valor de cero en el Coeficiente de Gini significa que la distribución es completamente equitativa mientras que un Coeficiente de Gini de uno significa que una persona concentra todo el ingreso (i.e. toda el área verde sería amarilla).
Simple, ¿no? Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un país A con un Gini de 0.4 y un país B con un Gini de 0.45? Puede decirse que el país B (0.45) es un poco menos igual que el país A (0.4). Lo que no podemos saber es dónde se da esa desigualdad. ¿Estará en el medio? ¿Se ubicará en el extremo “pobre” de la distribución?
Según esto, si usted, diseñador de políticas públicas, se encuentra trabajando para un presidente recientemente electo con la misión de abordar la desigualdad y aumentar la participación en el ingreso de los pobres, el Coeficiente de Gini no le será de gran ayuda.
Gracias al gurú de la desigualdad, Tony Atkinson, sabemos también que el Coeficiente de Gini es sumamente sensible a los cambios en el medio de la distribución y, en consecuencia, insensible a los cambios de los extremos. En la medida que en los países en desarrollo nos interesamos más por lo que pasa en los extremos superior e inferior de la distribución, éste es un problema.
A la luz de lo anterior es que hemos desarrollado recientemente un nuevo artículo. En ’Putting the Gini back in the Bottle?’ -Devolviendo al Gini dentro de la lámpara- exploramos una medida alternativa, sensible, justamente, a estos cambios. La hemos llamado el “Palma” pues se basa en la investigación del economista chileno Gabriel Palma. Cuando Palma empezó a observar finamente la desigualdad, más allá del Coeficiente de Gini, hizo una observación sorprendente (ver la opinión de Duncan Green aquí).
Él descubrió que las “clases medias” -más exactamente, los grupos de ingreso medio ubicados entre los “ricos” y los “pobres” (definidos como los cinco deciles intermedios, 5 a 9)- tienden a concentrar cerca de la mitad del PNB – Producto Nacional Bruto -dónde y cuándo sea que se mire-. La otra mitad del producto nacional está repartida entre el 10% más rico y el 40% más pobre aunque la manera cómo se reparte entre estos dos grupos varía considerablemente entre países.
Palma sugirió que la política de la redistribución trata, por sobre todo, de la batalla entre los ricos y los pobres por esta mitad del PNB y de la postura asumida por la clase media.
A esta idea la hemos bautizado como “el Palma” (brillante ¿no?) o la Proporción Palma. Se define como la proporción entre la participación del 10% más rico en el PNB y la participación del 40% más pobre. Creemos que este indicador puede ser más relevante para la elaboración de políticas públicas que el Coeficiente de Gini, especialmente en lo que respecta la reducción de la pobreza.
En el artículo hacemos distintas cosas. Primero, confirmamos la consistencia de los principales resultados del Palma a lo largo del tiempo: la notable estabilidad de la participación de la clase media a través de los países y, junto con esto, la considerable mayor variación en la proporción 10/40.
En segundo lugar, sugerimos que el Palma puede ser más fácil de monitorear pues es intuitivamente más fácil de entender, tanto para quienes elaboran políticas públicas como para los ciudadanos en general. Para un valor dado alto del Palma, está claro qué es lo que hay que cambiar: acortar la brecha aumentando la participación en el PNB del 40% más pobre y/o reduciendo la participación del 10% más rico.
En tercer lugar, presentamos algunas pruebas si bien preliminares, sorprendentes, de un vínculo entre los valores del Palma para cada país y su tasa de progreso en el cumplimiento de las principales metas de pobreza de los Objetivos para el Desarrollo del Milenio (ODM). Se requiere más trabajo y son muchas las precauciones que tomar, pero los resultados indican que los países que reducen su Palma presentan tasas medias de progreso que, en comparación con los países con Palmas en aumento, son tres veces mayores en la reducción de la pobreza extrema y el hambre, el doble en la reducción de la proporción de personas sin acceso a agua potable y tres veces mayores en la reducción de la mortalidad de menores de cinco años. Si esto no merece una mayor atención, ¿entonces qué?
Por supuesto, nuestro artículo no gustará a todos -lo enviamos a los especialistas del mundo de la desigualdad obteniendo un “efecto marmita”- la gente lo odia o lo ama (el artículo de Andy Cobham New Bottom Billion sobre la pobreza en los países de ingreso medio obtuvo de hecho la misma respuesta inicial). ¿A quién le gusta? Sin ánimo de dar nombres, aquí presentamos un esquema de las principales reacciones de amor y odio de parte de algunos grupos:
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Creemos que existe un importante debate sobre la medición de la desigualdad por darse, especialmente si la discusión post-2015 decide acordarle un lugar central.

[1]Este artículo fue publicado originalmente con el título de On Inequality let’s do the Palma (because the Gini is so last Century) en el Blog From Poverty to Power de Duncan Green, asesor estratégico de Oxfam UK. Traducción a cargo de Humanum.

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